ANEXO A LA DECLARACIÓN CONJUNTA
SOBRE LA DOCTRINA DE LA JUSTIFICACIÓN
1. Las siguientes elucidaciones subrayan el consenso
alcanzado en la Declaración conjunta sobre la Doctrina de la Justificación (DJ) con
referencia a las verdades básicas de la justificación; así se pone en claro que las
condenas mutuas de los tiempos pasados no se aplican a las doctrinas católica y luterana
sobre la justificación tal como estas son presentadas en la Declaración conjunta.
2. «Juntos confesamos: Solo por
gracia mediante la fe en Cristo y su obra salvífica y no por algún mérito nuestro,
somos aceptados por Dios y recibimos el Espíritu Santo que renueva nuestros corazones,
capacitándonos y llamándonos a buenas obras» (DJ 15).
A) «Juntos confesamos que la gracia de Dios
perdona el pecado del ser humano y, a la vez, lo libera del poder avasallador del pecado
(...)» (DJ 22). La justificación, por la que Dios «confiere el don de una nueva vida en
Cristo» (DJ 22), es perdón de los pecados y hace justos. «Habiendo, pues, recibido de
la fe nuestra justificación, estamos en paz con Dios» (Rom 5:1). Somos «llamados
hijos de Dios, pues, lo somos» (1Jn 3:1). Somos verdadera e internamente renovados
por la acción del Espíritu Santo, permaneciendo siempre dependientes de su acción en
nosotros. «Por tanto, el que está en Cristo, es una nueva creación; pasó lo viejo,
todo es nuevo» (2 Cor 5:17). En este sentido, los justificados no siguen siendo
pecadores.
Aun así nos engañamos si decimos que no tenemos
pecado (1Jn 1:8-10, cf. DJ 28). «Pues todos caemos muchas veces» (St 3:2).
«¿Quién se da cuenta de sus yerros? De las faltas ocultas límpiame» (Sal
19:13). Cuando oramos solo podemos decir, como el recaudador de impuestos, «¡Oh Dios!
¡Ten compasión de mi, que soy un pecador!» (Lc 18:13). Esto es expresado de
diversas maneras en nuestras liturgias. Juntos escuchamos la exhortación «no reine,
pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal de modo que obedescáiz a sus apetencias» (Rom
6:12). Lo que nos recuerda el peligro continuo que viene del poder del pecado y su acción
en los cristianos. En este sentido, Católicos y Luteranos juntos pueden comprender al
cristiano como simul justus et peccator, a pesar de sus diferentes aproximaciones a
este argumento tal como es expresado en DJ 29-30.
B) El concepto de «concupiscencia» es usado por
Católicos y Luteranos con sentidos diferentes. En los escritos confesionales luteranos la
concupiscencia es entendida como el deseo egoísta de los seres humanos que a la luz de la
Ley, espiritualmente entendida, es visto como pecado. En la comprensión católica, la
concupiscencia es una inclinación que permanece en los seres humanos aún después del
bautismo, que viene del pecado y conduce a él. A pesar de las diferencias aquí
incluidas, desde la perspectiva luterana se puede reconocer que el deseo puede llegar a
ser la abertura por la que el pecado ataca. Debido al poder del pecado el entero género
humano sobrelleva la tendencia a oponerse a Dios. Esta tendencia, de acuerdo con las
concepciones católica y luterana, «no corresponde al designio inicial de Dios para la
humanidad» (DJ 30). El pecado tiene un carácter personal y, en cuanto tal, conlleva a la
separación de Dios. Es el deseo egoísta del hombre viejo y la falta de confianza y amor
hacia Dios.
La realidad de la salvación en el bautismo y el
peligro que viene del poder del pecado pueden ser expresados de tal manera que, de un
lado, se enfatice el perdón de los pecados y la renovación de la humanidad en Cristo por
el bautizado y, de otra parte, puede ser visto que los justificados «están expuestos,
también constantemente, al poder del pecado y a sus ataques apremiantes (cf. Rom
6:12-14), y no están eximidos de luchar durante toda su vida contra la oposición a Dios
(...)» (JD 28).
C) La justificación tiene lugar «solo por
gracia» (DJ 15 y 16), por la sola fe; la persona es justificada «sin las obras» (Rom.
3:28, cf. DJ 25). «La gracia crea la fe no solo cuando la fe comienza en una persona,
sino hasta cuando esta fe termina» (Tomás de Aquino, S.Th II/II 4, 4 ad 3). La
obra de la gracia de Dios no excluye la acción humana: Dios obra todo, la voluntad y la
realización, por eso estamos llamados a esforzarnos (cf. Fil 2:12ss). «Desde el
momento en que el Espíritu Santo ha iniciado su obra de regeneración y renovación en
nosotros, mediante la Palabra y los santos sacramentos, es seguro que podemos y debemos
cooperar por el poder del Espíritu Santo...» (Fórmula de acuerdo, FC SD II, 64s; BSKL
897, 37ss).
D) La gracia como fraternidad de los justificados
con Dios en la fe, esperanza y caridad es siempre recibida de la obra creadora y
salvífica de Dios (cf. JD 27). Pero es todavía responsabilidad de los justificados no
echar a perder la gracia que vive en ellos. La exhortación a hacer buenas obras es una
exhortación a practicar la fe (cf. BSLK 197,45). Las buenas obras de los justificados
«deben hacerse para confirmar su llamada, esto es, para que no abandonen su llamado al
pecar de nuevo» (Apol. XX,13, BSLK 316,18-24; referido a 2 Pe 1:10. Cf. también FC SD
IV,33; BSLK 948,9-23). En este sentido, Luteranos y Católicos pueden entender juntos lo
que se ha dicho acerca de «preservar la gracia» en DJ 38 y 39. Ciertamente, «todo lo
que en el ser humano antecede o sucede al libre don de la fe no es motivo de
justificación ni la obtiene» (DJ 25).
E) Por la justificación somos incondicionalmente
llevados a la comunión con Dios. Esto incluye la promesa de la vida eterna: «Porque si
nos hemos hecho una misma cosa con él por una muerte semejante a la suya, también lo
seremos por una resurrección semejante» (Rom 6:5, cf. Jn 3:36, Rom 8:17).
En el juicio final, los justificados serán juzgados también por sus obras (cf. Mt
16:27; 25:31-46; Rom 2:16; 14:12; 1 Cor 3:8; 2 Cor 5:10, etc.).
Enfrentamos un juicio en el que la sentencia misericordiosa de Dios aprobará todo lo que
en nuestra vida y obras corresponda a su voluntad. De todas formas, todo lo que en nuestra
vida es injusto será descubierto y no entrará en la vida eterna. La Fórmula de Acuerdo
también declara: «Es expreso mandato y voluntad divina que los creyentes realicen las
buenas obras que el Espíritu Santo obra en ellos, y Dios está dispuesto a alegrarse con
ellos por Cristo y promete recompensarlos gloriosamente en esta vida y en la vida futura»
(FC SD IV, 38). Toda recompensa es una recompensa de gracia, que no podemos reclamar.
3. La doctrina de la justificación es
medida o criterio para la fe cristiana. Ninguna enseñanza puede contradecir este
criterio. En este sentido, la doctrina de la justificación es «un criterio indispensable
que sirve constantemente para orientar hacia Cristo el magisterio y la práctica de
nuestras Iglesias» (DJ 18). Como tal, tiene su verdad y significado específico al
interno del entero contexto de la confesión fundamental de la fe trinitaria de la
Iglesia. «Compartimos la meta de confesar a Cristo en quien debemos creer primordialmente
por ser el solo mediador (1 Tim 2:5-6) a través de quien Dios se da a sí mismo en
el Espíritu Santo y prodiga sus dones renovadores» (DJ 18).
4.La Respuesta de la Iglesia Católica no pretende
poner en cuestión la autoridad de los Sínodos Luteranos o de la Federación Luterana
Mundial. La Iglesia Católica y la Federación Luterana Mundial iniciaron el diálogo y lo
han llevado a cabo como partes con iguales derechos («par cum pari»). No obstante
las diferentes concepciones acerca de la autoridad en la Iglesia, cada parte respeta el
proceso propio de la otra para alcanzar las decisiones doctrinales.